domingo, 25 de octubre de 2020

Borges y Genesis: atardeceres y seres imaginarios

Comprobado está que en tren de encontrar similitudes, citas, autocitas, plagios, copias, coincidencias, etc., el arte nos enseña que lo que pensó un artista lo pensaron todos los artistas. De esa infinita lista de cruces y analogías y temas comunes encontré esta curiosidad. O no tanto. 


En el año 1923 un joven y todavía inseguro Jorge Luis Borges publica su primer libro, un poemario titulado Fervor de Buenos Aires. Según se describe en el prólogo, más allá de la notoria influencia de poetas como Walt Whitman o Leopoldo Lugones, su autor, que se siente tímido, ya era esencialmente el Borges posterior, genio y figura de la literatura universal. La obra, que humildemente está dedicada A quien leyere, contiene una sucesión de poemas descriptivos de una ciudad embellecida por los atardeceres y el encanto de sus arrabales. Entre ellos se destaca Afterglow, bella palabra del inglés que describe como pocas al atardecer y cuya traducción más exacta sería algo así como resplandor del crepúsculo. 

Siempre es conmovedor el ocaso 
por indigente o charro que sea, 
pero más conmovedor todavía 
es aquel brillo desesperado y final 
que herrumbra la llanura 
cuando el sol se ha hundido.  

El tema, el tono y el título, son retomados por Genesis, grupo fundamental del rock progresivo inglés, que en 1977 edita el disco Wind and Wuthering, obra cumbre del sinfonismo trasladado a la música popular. El tema que cierra el disco, una obra meláncolica desde el arte de tapa hasta las letras y músicas que lo componían, es precisamente un homónimo del poema de Borges citado más arriba. Afterglow, escrito por el tecladista Tony Banks, se transformó en una clásico de las performances en vivo de la banda y en uno de los temas más populares de su repertorio. A esa melancolía tan inglesa que trasluce la letra y el modo de cantar de Phil Collins, se agrega una extraordinaria parte instrumental final, que hasta el día de hoy estremece escuchar.

Like the dust that settles all around me, 
I must fund a new home. 
The ways and holes that uses to give me shelter, 
are all as come to me now. 
But I, I would search everywhere just to hear your call,
 and walk upon stranger roads than this one in a world 
I used to know before 
I miss you more. 

   

II

El mismo escritor y el mismo grupo se habían encontrado un año antes, 1976, en el primer disco editado después de la partida de Peter Gabriel. Genesis retoma los estudios de grabación con un disco titulado A trick of the tail, con un sonido menos barroco y un vuelo poético mayor, quizás a fuerza de perder la contundencia que se mostrara en trabajos como Foxtrox (1972) o Selling England by the pound (1973). Uno de los temas, escrito también por Banks en colaboración con el bajista y guitarrista Mike Rutherford, se titula Squonk y narra vida, pasión y muerte de un ser extraño que se disuelve en lágrimas. 

Walking home that night the sack across my back, 
the sound of sobbing on my shoulder. 
When suddenly it stopped, 
opened up the sack, 
all that I had a pool of bobbles and tears, 
just a pool of tears.





El trágico ser había sido mencionado por Borges en la obra escrita en colaboración con Margarita Guerrero, El libro de los seres imaginarios (1967), donde los autores enumeran una arbitraria selección de los “extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y del espacio, la fantasía de los hombres”. Entre ellos, claro, El Squonk, donde se transcribe textualmente un texto del escritor norteamericano William T. Cox escrito en 1910, explicativo de la naturaleza del animal, que volviendo a las coincidencias, viajaba a la hora del afterglow

El Squonk es muy hosco y generalmente viaja a la hora del crepúsculo. La piel, que está cubierta de verrugas y lunares, no le calza bien; los mejores jueces declaran que es el más desdichado de todos los animales. Rastrearlo es fácil, porque llora continuamente y deja una huella de lágrimas. Cuando lo acorralan y no puede huir o cuando lo sorprenden y lo asustan se disuelve en lágrimas. 

III

¿Sigo buscando?

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