miércoles, 16 de marzo de 2011

Pepe Sánchez: el cerebro de la Generación Dorada

Juan Ignacio Pepe Sánchez siempre fue distinto, dentro y fuera de la cancha. Graduado en Historia en la Temple University con notas brillantes es además miembro selecto de la Generación Dorada del básquetbol argentino. Pepe además es base, un puesto muy especial. Creo que un equipo de básquet puede ser tan bueno como lo sea su base y el histórico 6 de la selección argentina fue por varios años el mejor en todo el universo FIBA.
Junto al Colorado Wolkowyski fue el primero en desembarcar en la galaxia NBA, pero fiel a su manera de pensar y sentir, nunca sobreactuó y transgredió su manera de sentir el juego ni su perfil como persona para mantener a toda costa un lugar bajo el sol enceguecedor de ese inmenso espectáculo-negocio.
Pero la figura de Pepe es indisoluble de la Selección. Cuando se habla de la Generación Dorada no se lo hace solamente desde la construcción mediática.  Ese grupo de jugadores construyó dentro de una cancha la más formidable performance deportiva de cualquier deporte colectivo argentino. Por varios motivos: una Liga Nacional auténticamente federal y competitiva, miles de clubes formando bajo una misma idea equipos y jugadores como base de la pirámide, disciplina, espíritu de equipo, sacrificio dentro y fuera de la cancha, alegría y espíritu amateur para sudar con total entrega la camiseta, una década completa en el más alto nivel profesional y humano. La Oveja Hernández lo describió muy bien en el último Mundial en Turquía: "estos jugadores tienen un juramento de hermanos". Eso es precisamente lo que transmiten en la cancha.
Tras lograr el oro en Atenas (sí, el básquetbol argentino fue campeón en unos Juegos Olímpicos inolvidables) y luego del cuarto puesto en el Mundial de España (donde por lejos fue el mejor base del torneo) Pepe deja la Selección con todavía muchísimo para dar. Encontrar quien lo sustituyera hasta la explosión de Prigioni en España le costó mucho al equipo. Pero como todo equipo se sobrepuso. Y siguieron los podios y la presencia y el respeto ajeno en el primer nivel de la FIBA.
Después de mucho tiempo sin jugar Sánchez toma una decisión de riesgo. Retorna a Bahía Blanca, a su Estudiantes de la niñez y adolescencia, para comandar un proyecto inmenso: vestirse de jugador otra vez para tratar de salvar a un equipo perdido y conducir un plan integral para que ese mítico club logre transfromarse en una escuela de básquet formadora de excelentes jugadores.

A meses del Preolímpico de Mar del Plata, ese torneo romántico y afectivo, en donde todo el mundo del básquetbol empezará a despedir a una generación casi irrepetible, el clamor para que Pepe vuelva a ponerse la celeste y blanca no para de crecer. Como siempre dentro y fuera de la cancha, no piensa en demagogias y siente que todavía no está a nivel para esa prueba, a pesar de que fecha tras fecha de la querida Liga Nacional, se demuestra y nos demuestra que el mejor base argentino está de vuelta.
Nadie en sus cabales intentará presionarlo. Todos sabemos que Juan Ignacio Pepe Sánchez elegirá la mejor jugada para el equipo. Como cada vez que tuvo la naranja en su poder.

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