domingo, 22 de mayo de 2011

6 7 8: La interpelación al discurso dominante


Allá por los primeros '90, cuando estudiaba Periodismo en la Universidad de Lomas de Zamora, me formé con una mirada muy crítica de los medios de comunicación y la construcción de mensajes que formaban eso que llamamos "opinión pública". En cátedras como Semiología y análisis del discurso, tratábamos de leer entre líneas que había más allá de la lectura lineal del mensaje masivo. Este ejercicio hasta hace pocos años estaba reservado solamente al ámbito académico y los periodistas egresados no podían más que adaptarse y transmitir sin cuestionar esta forma de comunicar. El contenido ideológico de los mensajes mediáticos se corresponde a las necesidades de los grupos económicos dominantes y a su visión de como tiene que ser las cosas. ¿Quién se animaría a interpelar a este poder? ¿Quién imaginaría que los medios ya no sólo responderían al poder sino que se concentrarían hasta formar ellos mismos una corporación?
Nadie podrá decir que 6 7 8 es el único espacio mediático que se propuso esa interpelación al mensaje dominante. Pero tampoco podrá decirse que lo que provoca es lo más notorio y ruidoso del periodismo televisivo. Un brillante escritor y amigo que reside en España, Cristian Vázquez, describió en su notable blog una birome, a 6 7 8 como una suerte de "Polémica en el fútbol con hinchas de un sólo equipo". Efectivo y gracioso, con mucho de verdad. Pero no toda. 6 7 8 interpela al discurso dominante y eso solo ya lo transforma en imprescindible. Los grupos mediáticos concentrados, amparados en corporaciones reaccionarias como la SIP, se rasgan las vestiduras por el ataque a la libertad de prensa que dicen recibir, como si no tuvieran lugares en donde descargar tanto odio. Lo que molesta de 6 7 8 es esa interpelación que deja al descubierto la utopía de la subjetividad periodística y el artero uso de los medios masivos para construir una realidad.
Por supuesto, 6 7 8 es un show televisivo que también intenta construir una realidad con una lista grande de defectos o puntos vulnerables: los informes en donde la edición a veces hace decir lo que no se dijo, la personalización de las criticas a los medios, la clara militancia en favor del gobierno nacional con pocos matice y casi nada de sutilezas, el debate que casi nunca es tal cosa si no una sucesión de reflexiones que refuerzan el mensaje, etc. Pero lo importante, lo trascendente de 6 7 8 es esa constante interpelación al mensaje dominante. Ya nadie piensa en es este país -en nuestro país, ese que asiste a cambios culturales increíbles, ese que por primera vez en más de medio siglo tiene gente en la Casa Rosada que hace política sin arrodillarse ante el poder económico- que la tapa de Clarín es la expresión de lo que la gente piensa de la realidad. Todos sabemos, hasta los defensores de Clarín, que es una construcción subjetiva e intencionada de enfrentar el cambio que vivimos.
Por último, un mérito insoslayable del programa: discutirle la agenda a los grandes medios. 6 7 8 discute con el mensaje dominante y pone en debate temas que los grandes medios desean con todo fervor sacar de la discusión. En horario central y por el canal público. Eso solo lo hace indispensable. ¡Qué escándalo hacerlo con los dineros públicos y en el canal de todos! ¡Qué vergüenza hacerlo militando por el gobierno nacional! Dejémenos de joder, miremos la cara de piedra de Majul, de Lanata, de Biasatti, diciendo que defienden la libertad de prensa. Eso si que avergüenza y lastima.

martes, 3 de mayo de 2011

Vinilo IV - Trespass


Todo coleccionista que se precie de tal debe tener sus propio o, todavía mejor, sus propios incunables. Umberto Eco en "Nadie acabará con los libros" define a incunable como todo libro publicado entre la revolucionaria invención de Gütenberg y el año 1500. Posteriormente la definición vulgarmente se aplicó a cualquier pieza rara, sea cual sea el motivo, de cualquier colección. Pues bien, mi colección de vinilos tiene su primer incunable: la primera edición (inglesa, circa 1971) de Trespass, segundo álbum de Genesis, banda de la que soy fan acérrimo.
Todavía adolescentes, los primeros Genesis graban su primer disco, presionados por el productor que les consigue el contrato, imitando todo lo que podían a los Bee Gees. Ese primer disco editado en el '69 -"From Genesis to revelation"- desaparece entre la indiferencia y el pronto olvido.


Nuestros chicos no se amilanan. Conducidos por la férrea voluntad de Peter Gabriel, que siempre se creyó un artista, y decididos a tocar lo que realmente les interesaba, escriben, componen y ensayan hasta el cansancio un puñado de canciones extensas, elaboradas y pretenciosas que llevan finalmente al estudio de grabación. La banda integrada por Peter Gabriel, Tony Banks, Mike Rutherford, Antonhy Phillips y John Mayhew, incursionan en el rock progresivo inglés con temas y formas musicales comunes a muchas bandas de la época. Guitarras de 12 cuerdas, armonías vocales, flautas, melotrón, Hammond, la voz conmovedora de Gabriel: un cóctel encantador que se muestra en bellas canciones como White Mountain, Looking for someone o Dusk. La cumbre de este estilo quizá sea la canción Stagnation, que posee un clima extraordinario con base en esa dos columnas del Genesis originario: la bellísima voz de Peter Gabriel (única, original, emotiva) y un solo extraordinario de órgano de Tony Banks.


La genialidad de este disco está en su tema final. The Knife rompe el clima bucólico del disco con una letra contestataria y un actitud feroz de todo el grupo, en algo que se podría definir como "jóvenes universitarios ingleses con ínfulas de artistas se atreven a la denuncia con una actitud salvaje". No había aquí riffs de guitarras, sólo la extraordinaria performance de Gabriel, un bajo agresivo de Rutherford y Banks machacando el órgano; incluso hay un solo de guitarra salvaje de Phillips. No era su estilo; a pesar del dolor que sintieron sus ex compañeros y amigos deja al grupo acorralado por un miedo escénico que le impedía tocar en vivo. En otro momento volveremos sobre la carrera solista de Phillips que continuó casi sin variantes la temática de ese Genesis original. En The Knike estaba la verdadera Trespass (transgresión). 
Meses después ingresarían al grupo Phil Collins y Steve Hackett, que aportarían otro vuelo artístico y llevarían al grupo a convertirse en una banda de culto. Pero esa es otra historia. Estos bucólicos y jóvenes Genesis empezaban a escribir un brillante historia.