domingo, 14 de septiembre de 2014

100 veces Bioy


Hoy, 15 de septiembre de 2014, se cumplen cien años del nacimiento de Adolfo Bioy Casares, uno de los más grandes escritores de habla hispana, cuentista excepcional y autor, entre otras, de la novela que le da nombre a este blog. En estas líneas que se escriben a propósito de un número redondo y perfecto, que curiosamente Bioy comparte con otro dios del Olimpo de los escritores argentinos, Julio Cortázar, hablaré breve y emocionalmente de mi comercio particular con su obra. ¿Qué otra manera se puede encontrar de trasmitir la pasión que despiertan las ficciones, la elegancia y la fantasía de su literatura inmortal? 

El primer cuento que leí de Bioy fue “Cavar un foso”, estupendo relato entre policial y de amor, que reúne una arquitectura potente y un relato de amor solapado. Sin dudas un cuentista sabio y excepcional. Pero claro, Argentina tuvo, tiene y tendrá, una tradición en la materia que hizo de ese relato uno más entre los cientos de cuentos de esa estirpe que enorgullecen nuestra literatura. Superada mi imperdonable ignorancia, su genial obra recién comenzó a volarme la cabeza con la lectura de El sueño de los héroes. Hay en esta novela tantas maravillas acumuladas (la excepcional trama fantástica, el costumbrismo detallado, la reconstrucción portentosa de un Buenos Aires pretérito, la creación de personajes sólo comparable a la de Arlt), que, a mi gusto personal y subjetivo, la convierten en la mejor novela argentina.
Obviaré aquí el aporte eterno a la literatura universal que significó La invención de Morel, hoy de lectura casi obligatoria en el sistema educativo argentino, lo que causaría comentarios entre piadosos y jocosos del propio autor. No hace falta decirlo, este libro es una de las cúspides de la literatura fantástica. Perfecto, según lo definiera su amigo Jorge Luis Borges. Pero quisiera detenerme en esa caballerosidad antigua, esa humildad rayana en el estoicismo, en su conocimiento enciclopédico del alma femenina, en ese porte permanente de dandy. Osvaldo Soriano, que lo reverenciaba, dijo de él: “No he conocido otro hombre de genio que respete tanto a sus semejantes ni que los entienda mejor”. Esas palabras del autor de Una sombra ya pronto serás describen como nadie la figura ya mítica de Bioy Casares.

“Algunas amigas pensaron que en mis cuentos de amor me burlo de las mujeres, porque a veces las presento en situaciones ridículas o frívolas. Les puedo dar mi palabra de que están equivocadas. Todos sabemos que el escritor satírico bromea con lo que más quiere y también con lo que más le duele. Mi vida ha pasado entre mujeres; mis interlocutores más constantes –salvo unos pocos amigos- siempre fueron mujeres; si en mis cuentos deslizo alguna queja, entonces, no es por indiferencia hacia ellas sino porque de alguna forma yo he sido su mártir.”

Estas líneas de Bioy, extraídas del prólogo a su libro Historias de amor, describe como pocas la elegancia y las pasiones de la obra de unos de los pocos, acaso el único escritor argentino de su época, que transmite su alegría al escribir, su alegría por ser escritor. 


Alguna vez escribí: “Si pudiera algún día construir perfecciones como El perjurio de la nieve o El nóumeno sabría lo que es ser feliz como escritor.” Abandonada la utópica pretensión, me conformo con la felicidad eterna de su lectura. La lectura de la obra del irrepetible último caballero de la literatura argentina: el gran Adolfo Bioy Casares.

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